Del resultado de las elecciones parlamentarias de 2010 depende el rumbo que tomará el país en la próxima década. Si la oposición vuelve a regalarle el Parlamento al chavismo -como sucedió en el año 2005- los venezolanos que no comulgan con el proyecto político de Hugo Chávez deberán resignarse a vivir en un país que sólo reconoce como ciudadanos a las personas que profesan una fe ciega por la revolución bolivariana, así de simple.
La nueva ley electoral -aprobada en la Asamblea Nacional por los diputados del PSUV y del Partido Comunista- está concebida para que el chavismo se beneficie de la principal carencia de sus adversarios: su incapacidad de lograr acuerdos. Al día de hoy el liderazgo opositor desconoce cómo seleccionar a sus 167 candidatos de unidad para las elecciones parlamentarias (114 nominales y 53 tipo lista). Recordemos que la nueva legislación provoca que el ganador se lo lleve todo, condenando a los que obtengan la segunda, tercera y cuarta votación a desaparecer de los cuerpos colegiados como la Asamblea Nacional, lo que equivale a no tener ningún tipo de incidencia política o institucional.
Según la última encuesta del IVAD la mayoría de los venezolanos (47,6%) no se identifica con ningún partido político. Este dato hace suponer que los candidatos de unidad de la oposición deben tener una característica importante: poder llegarle a esos ciudadanos que no comulgan con las organizaciones tradicionales. Mientras el PSUV tiene un mercado electoral de 32,7% de los venezolanos, los partidos de oposición cada vez exhiben un liderazgo más mermado: 4,7% se identifica con AD, 3,3% con UNT, 3,2% avala a Primero Justicia y 2,4% siente simpatía por Copei. El resto de las organizaciones políticas (entre pro gobierno y pro oposición) apenas aglutina a 6% de los ciudadanos.
Supondría un error -por lo menos desde la óptica de este cronista- que los 167 candidatos de unidad de la oposición sean escogidos en petit comité por la dirigencia de las organizaciones políticas tradicionales. El debate debe ser, sin duda, mucho más amplio, pero no al extremo de excluir a los partidos. Este es el momento en que la oposición debe aprender a sumar voluntades y no a fomentar más divisiones.
La democracia, tal y como la entendemos los venezolanos, necesita del pluripartidismo. La existencia de muchas organizaciones -y líneas de pensamiento- no debería ser incompatible con la unidad como instrumento para lograr ganar en las elecciones. El problema se reduce a cómo lograr la unidad para emplearla de estrategia electoral.
La única forma de garantizar que los candidatos de oposición comulguen con la mayoría de los electores -además de proponer una agenda legislativa alternativa tanto regional como nacional- es que se logre capturar la atención de las masas. Para capturar la atención de los electores es necesario que éstos estén dispuestos a escuchar lo que tienen que proponer los candidatos de oposición. La condición sine qua non para que esto ocurra es que los aspirantes seleccionados (especialmente los 114 que serán electos por nombre y apellido) no puedan ser catalogados como corruptos, golpistas o vinculados al puntofijismo.
¿Cómo escoger a los candidatos? Los días pasan y el liderazgo opositor no logra acuerdos sobre esta materia. En un extremo están los que aspiran a que se realicen 167 primarias y en el otro los que sugieren que la decisión se logre por acuerdo exclusivo entre la dirigencia política. Definitivamente ninguna de las dos propuestas es viable, ni permitirá encontrar a los candidatos que necesita ese 47,6% de venezolanos que se encuentra por fuera de las organizaciones partidistas de la oposición y del chavismo.
¿Qué debería hacer toda la oposición? El primer paso es exigir a los rectores del CNE que entreguen perentoriamente los circuitos de votación del año 2010. Aclaremos que sin esta información es imposible seleccionar a los candidatos; no importa que el método de selección escogido sean las primarias, sorteos de bingo, rifas, encuestas, carreras de 100 metros planos o reuniones en petit comité.
Con los circuitos elaborados, se podrían realizar primarias en las zonas del país en donde no exista un liderazgo único, reconocido por todas las partes. Vale decir que las primarias sólo servirían como método de escogencia para los candidatos nominales (los que se escogen por nombre y apellido). Los 53 aspirantes tipo lista (se vota por la tarjeta de un partido político) podrían obtenerse a través del consenso, especialmente porque esta es una selección muy compleja que requiere -según la nueva ley electoral- que las candidaturas sean paritarias en cuanto a género.
Una vez definidos los candidatos debe acordarse una agenda legislativa -regional y nacional- que pueda presentarse como proyecto alternativo. Sólo así la oposición podrá soñar con recuperar el control del Parlamento.
No obstante, pareciera que no existe voluntad política para acordar un método de selección de candidaturas perentoriamente. Salvo casos muy aislados, quienes tienen el atrevimiento de plantear públicamente este debate son descalificados.
¿Por qué no se acuerda un método de selección? La respuesta a esta interrogante está implícita en otra pregunta: ¿Usted tiene alguna idea de la cantidad de políticos -de todas las tendencias- que en este momento están pensando que le corresponde, por derecho, la postulación a la Asamblea Nacional? Sólo mire las pantallas de televisión, escuche la radio, lea los periódicos o simplemente presté atención al twitter y observará que pocos están interesados en lograr 167 de unidad; al día de hoy la estrategia de muchos se limita a un pensamiento que puede ser la desgracia de la oposición: "Es mi derecho: ¡Yo soy el candidato!".
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