¿Tiene sentido el debate político -disfrazado de debate técnico- que existe en este momento sobre el uso de las captahuellas? Desde el referendo revocatorio del año 2004 el CNE -de forma paralela a la plataforma electoral- utiliza un sistema de identificación biométrica (captahuellas) para la autenticación de votantes. En el 2004 el intento de emplearlo en línea fue un fracaso, al punto que las captahuellas -y un diseño inadecuado de la estructura de la mesa de votación- colapsaron los centros de votación.
En las elecciones parlamentarias del año 2005, a pesar de que el CNE accedió a retirar las captahuellas, los partidos de oposición -presionados desde la sociedad civil- se retiraron de los comicios. En ese proceso se registró una abstención de 75% para elegir a los diputados ante la Asamblea Nacional (las consecuencias políticas de que la posición le cediera al oficialismo sus espacio en la AN se siguen sufriendo hoy en día).
Entre la elección presidencial del año 2006 y las elecciones parlamentarias de 2010 las captahuellas se utilizaron selectivamente en ocho estados (generalmente en los más poblados, además de otras entidades federales como Apure). En 2011 el CNE anunció que dejaría de usar las tradicionales captahuellas para llevar la identificación biométrica -como sugirió la Misión Técnica de Observación Electoral de la Unión Europea en 2006- a todas las mesas de votación.
Las consecuencias políticas y técnicas de este decisión se están estudiando desde hace un año, sin embargo a casi 60 días de las elección presidencial algunos sectores de la oposición comienzan a desempolvar los argumentos de amenaza al secreto del voto empleados en el año 2005 para -desde su perspectiva- generar una votación masiva producto de la indignación de los electores. ¿Tiene lógica política su planteamiento?
El CNE promociona a las nuevas captahuellas, bautizadas como Sistema de Autenticación Integrado (SAI), asegurando que garantizan el principio "un elector, un voto". ¿Es esto cierto?
Si consideramos que el SAI estará desconectado de cualquier red de comunicación durante la elección y que la máquina de votación sólo almacenará las huellas que correspondan a los electores asignados a la mesa de votación en la que se empleará esa máquina -y será imposible que se conecte con alguna base de datos en la que estén las huellas de todos los electores habilitados para votar en el país- parece muy presuntuoso asegurar que el sistema garantiza el principio "un elector, un voto". Si somos exactos el SAI lo que puede garantizar es que un elector vote una sola vez en la mesa de votación en la que su cédula está registrada. Si un elector tiene dos cédulas registradas -en mesas distintas- el SAI no podrá evitar que vote dos veces.
Ahora bien, según el análisis que realizan los técnicos del Comando Venezuela "El SAI sí puede garantizar "un elector, un voto", si se logra realizar e instrumentar adecuadamente la auditoría de la base de datos de las huellas dactilares de los electores. Si esta base de datos se analiza y depura adecuadamente, se puede asegurar que cada elector tenga un solo juego de huellas dactilares (de 2 dedos pulgares y 2 dedos índices) y que no existan huellas repetidas, el SAI complementaría una depuración del Registro Electoral y subsanaría la falta de seguridad existente en la emisión de las cédulas de identidad".
No obstante, el punto principal del SAI es el temor que empieza a generar la propia oposición sobre el secreto del voto. ¿Está garantizado el secreto del voto?
En las elecciones realizadas desde el año 2004 hasta 2010 el secreto del voto nunca ha sido violentado. Las modificaciones realizadas al sistema para la elección presidencial tampoco deberían generar temor sobre el secreto del voto; no obstante, las 17 auditorías que comienzan en dos semanas servirán para ratificar que el sufragio sigue siendo secreto.
A falta de las auditorias podemos decir que el voto es secreto es por cuatro razones básicas:
1. El SAI le pone la misma hora y fecha a todos los votos. Los votos están encriptados y claramente separados de la información de los electores y las huellas.
2. Cuando un elector emite su voto entra en una memoria temporal. Cada vez que ingresa un nuevo voto éstos se reordenan aleatoriamente.
3. Después que el SAI autoriza al elector a votar, el número de cédula de elector entra en la memoria temporal. Cada vez que ingresa un nuevo número de C.I., ésta se reordena aleatoriamente.
4. Ni los votos, ni los números de cédula están en secuencia, por lo que no hay posibilidad de relacionar los votos con los electores.
La duda que queda entonces es si se podrá revisar el archivo de huellas que se empleará el 7 de octubre. Dentro de las 17 auditorías previstas al sistema se encuentran dos especialmente importantes para el tema biométrico: La "auditoría de datos de la máquina de votación" y la "auditoría del sistema biométrico". La primera se refiere a la auditoría de la base de datos de huellas de los electores, que finalmente serán colocadas en la memoria de la máquina de votación y la segunda se refiere a la auditoría de las aplicaciones (software) que realizan la autenticación biométrica propiamente dicha.
A falta de estas revisiones -y por la información disponible- el principal temor sobre el SAI se orienta en dos direcciones: 1) El impacto que puede tener en el tiempo de votación promedio. 2) El uso político que se realiza del sistema para incrementar el temor sobre el secreto del voto. Desafortunadamente desde la oposición -a escasas semanas de la elección presidencial- se reactivó la difusión de denuncias que, en vez de agregar valor, solo sirven para disminuir y afectar su base electoral, colaborando en la estrategia oficial de generar dudas o temor sobre el secreto del voto. Denuncias que no agregan valor porque lo que hacen es reiterar elementos ya analizados técnica y políticamente.
En este momento el debate político que protagoniza la oposición sobre las captahuellas se antoja estéril por dos razones básicas: 1) El CNE no eliminará estos equipos salvo que las auditorías demuestren que comprometen el proceso electoral del 7 de octubre. 2) La disputa pública sobre la conveniencia de los equipos, en vez de atraer electores, los ahuyenta. Desafortunadamente el desencuentro que existe sobre las captahuellas pareciera estar alimentado por el deseo de los grupos que desde la sociedad civil provocaron que la oposición se retirara de las elecciones en 2005 de volver a imponer su particular visión política.
¿Volverán a tener éxito?
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