domingo, 28 de septiembre de 2008

De regreso al infierno

El infierno me volvió a alcanzar. A partir de esta semana me convertiré en una persona aun más desagradable, de lo que suponen mis detractores. El consuelo, si es que lo hay, es uno solo: cuatro millones de personas me acompañan en mi tormento.
Esta semana tuve que retomar la rutina que me ha convertido en amargado, mal encarado y calvo; esta semana tuve que retomar la rutina que ha destruido mi condición física, me provoca arritmia y hace que la tensión se dispare; esta semana volvió el tráfico infernal a la Panamericana.
Estoy consciente que todos sufren de las colas, pero los que vivimos fuera de Caracas padecemos por dos esta tortura.Esta semana tuve que volver a levantarme a las 3:30 am para poder escapar de la cola de casi tres horas que me depara la Panamericana -y la autopista Valle-Coche- si se me ocurre despertarme a una hora normal.
Así es, no exagero. Me levanto a las 3:30 para poder llegar a Caracas antes de las 5:00 am, 30 minutos más de sueño implicaría correr el riesgo de llegar a Caracas a una hora indecente para cualquier jefe.¿Qué hago a las 5:00 am en Caracas? Simple: duermo en el carro, en algún sitio medianamente iluminado mientras espero y anhelo que alguno de los santos a los que mi madre me vive encomendando no esté muy ocupado y se preocupe por protegerme del crimen organizado.
¿Por qué sufro de este padecimiento? Es simple: sin importar la orientación ideológica, nuestros gobiernos (nacionales, estadales, etc.) nos adeudan, como mínimo, 120 kilómetros de vías en la capital, y varios kilómetros adicionales en las ciudades dormitorios, que de dormitorios ya tienen poco, si uno se tiene que levantar a las 3:30 am.Se dice fácil, pero no lo es. La velocidad promedio de los viajes en Caracas es de 20 kilómetros por hora en las autopistas (ni hablar de las calles del centro) en horas pico; si consideramos las horas hombre que se pierden en una cola, y usamos el salario mínimo urbano como referencia, podemos establecer que se están perdiendo aproximadamente 1.900 millones de dólares.
Si la matemática no me falla, dinero de sobra para construir los 120 kilómetros de vías que nos adeudan.El problema es que estas vías han debido construirse en las últimas tres décadas; suponer, presionar o anhelar que el próximo año se van a construir todos los proyectos adeudados, sería algo similar a planear un suicidio colectivo.
En mis horas diarias de disertación vehicular (pueden llegar ser hasta seis horas, así que le dedico bastante tiempo al problema) he llegado a la conclusión que el Distrito Metropolitano de Caracas debería ampliarse hasta Guatire, incluir Vargas, y los Altos Mirandinos (Los Teques, San Antonio y Carrizal) para poder proyectar un plan de descongestionamiento vial con perspectivas globales, que incluya vías expresas regionales, perimetrales y urbanas, además de nuevas avenidas intercomunales.El olvidado Plan Caracas 2000, que ahora algunos han rebautizado como 2025 -¡extraño que no sea 2021!- proponía la construcción de una autopista alterna a La Guaira (14 Km de recorrido), culminar la Cota Mil y llevarla hasta Catia (4 Km), construir la autopista Perimetral Sur-Oeste (25 Km entre el distribuidor de Tacagua y Hoyo de La Puerta), culminar la autopista de la circunvalación Sur-Este (25 Km, desde Petare hasta Hoyo de La Puerta) ampliar la autopista Francisco Fajardo, construir la autopista desde La Rinconada hasta Baruta (tal vez se necesite expropiar terrenos militares), concluir la avenida La Trinidad- El Hatillo (6 Km), ampliar la autopista Prados del Este, ampliar la autopista Valle-Coche, la construcción de la autopista El Paraíso-Las Adjuntas, construir una nueva carretera Panamericana, etc.
¿Se imagina que de pronto se inicien todos estos proyectos? Exacto. Un suicidio colectivo. Nadie podría usar su vehículo en Caracas. Basta recordar el caos que ocasiona la construcción de las nuevas líneas de Metro o del bus Caracas para proyectar el desastre de iniciar la construcción de 100 Km de vías.Eso sin contar con la improvisión. La construcción de tres distribuidores viales en la carretera Panamericana (al no estar medianamente transitables las vías alternas) es el mejor ejemplo del caos que subyace al intentar corregir un problema improvisadamente.
No obstante este no es el problema. Como estamos conscientes que la proliferación de proyectos y obras durará hasta la medianoche del 22 de noviembre mi problema se reduce a intentar mitigar el efecto de la cola y en mi caso ya tengo la solución: llegar a la casa después de las 11:00 pm (la cola de la Panamericana me ayuda mucho en este propósito) bañarme, comer, jugar con el perro y volver a salir, saltándome el episodio repetitivo, monótono y frustrante del sueño.
En definitiva, aunque no concuerdo con él, tendré que acostumbrarme a pensar como Tomás Eloy Martínez: "La ciudad es como es, desordenada y absurda, pero si fuera de otro modo, los caraqueños no podrían amarla tanto".

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