Este es un comienzo de año complicado. Aunque parezca mentira, apenas han transcurrido 26 días desde que juramos, ante las uvas del tiempo y la respectiva copa, ante los amigos, ante Dios, o ante cualquier deidad que veneremos que este sería nuestro mejor año.
En todo caso, más que escribir, les quería preguntar: ¿A qué le temen?
Saludos...
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viernes, 26 de enero de 2007
sábado, 23 de diciembre de 2006
viernes, 22 de diciembre de 2006
¿Ya contribuyeron con su orgasmo?
Si, ya lo sé. Todos estamos ocupados en este ritual anual de la navidad. Los regalos, los reencuentros, las llamadas, las colas, el tráfico, las colas para pagar, para entrar a las tiendas, para ver un pedacito de la vidriera. Los comprendo realmente. Y si no quieren tener un orgasmo hoy, pues es una decisión respetable. Pero, piensen un poquito, es un orgasmo por la paz, no la de ustedes, sino la paz del mundo. Desconozco a quién se le ocurrió la idea, pero me parece una iniciativa genial, especialmente porque todos salimos como locos a ver el ultimo video de yuotube, o a votar por el personaje del año de la revista times, así que.... Deje la computadora, llame a su pareja, ex+pareja, vecina (o) y dedíque algunos minutos -tal vez hasta una hora- o varios minutos en varias horas a contribuir por la paz del mundo...
En fin, recuerden que la idea es hacer temblar al mundo...a punto de orgasmos...
Enviado desde mi BlackBerry de Movistar
En fin, recuerden que la idea es hacer temblar al mundo...a punto de orgasmos...
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Socialismo se escribe con “L” de Luis Vuitton
Sólo una reflexión, pequeña, pequeñita...
Ayer, en esas conversaciones informales en la redacción del periódico, comprendí porque el caos navideño en Caracas. El primer dato contundente: Luís Vuitton acaba de reportar ganancias de 3 millones de dólares en Venezuela desde enero a noviembre de 2006. La cifra, probablemente le parezca una nimiedad a algún amigo del primer mundo, pero para mi país, 3 millones de dólares (es decir un incremento de aproximadamente 50% al año anterior) es mucho dinero, digamos que al cambio oficial equivale a 6 millardos de bolívares.
Me dirán ustedes: “Eso no explica las colas, porque esos 3 millones de dólares los gastaron 100 privilegiados”. Y aquí es donde yo refuto: Uno no puede andar con un bolso Luís Vuitton (salvo alguna desfasada estudiante de Comunicación Social) en el Metro; ni el caos en el centro de Caracas es producido porque las personas caminan con cinco a seis bolsas Luís Vuitton…Para cargar una prenda tan fina, se requiere un carrito –por lo menos- del año 2005… Y aquí está el segundo dato contundente: Entre enero y noviembre se vendieron 380 mil vehículos, nuevos, nuevecitos, de agencia, con olor a nuevo, y plástico en los asientos. Y la mitad de ellos se vendieron en Caracas. ¿Ahora si me explico?, como mínimo, este año hay 150 mil carros adicionales intentando entrar -al mismo tiempo, de eso no me queda la menor duda- a Las Mercedes, al Sambil, al CSI, y comiéndose las luces –todos al mismo tiempo, porque lo he visto- en la avenida Urdaneta y zonas aledañas. ¿Ahora si entienden por qué no encuentran puesto en los estacionamientos?
Ayer, en esas conversaciones informales en la redacción del periódico, comprendí porque el caos navideño en Caracas. El primer dato contundente: Luís Vuitton acaba de reportar ganancias de 3 millones de dólares en Venezuela desde enero a noviembre de 2006. La cifra, probablemente le parezca una nimiedad a algún amigo del primer mundo, pero para mi país, 3 millones de dólares (es decir un incremento de aproximadamente 50% al año anterior) es mucho dinero, digamos que al cambio oficial equivale a 6 millardos de bolívares.
Me dirán ustedes: “Eso no explica las colas, porque esos 3 millones de dólares los gastaron 100 privilegiados”. Y aquí es donde yo refuto: Uno no puede andar con un bolso Luís Vuitton (salvo alguna desfasada estudiante de Comunicación Social) en el Metro; ni el caos en el centro de Caracas es producido porque las personas caminan con cinco a seis bolsas Luís Vuitton…Para cargar una prenda tan fina, se requiere un carrito –por lo menos- del año 2005… Y aquí está el segundo dato contundente: Entre enero y noviembre se vendieron 380 mil vehículos, nuevos, nuevecitos, de agencia, con olor a nuevo, y plástico en los asientos. Y la mitad de ellos se vendieron en Caracas. ¿Ahora si me explico?, como mínimo, este año hay 150 mil carros adicionales intentando entrar -al mismo tiempo, de eso no me queda la menor duda- a Las Mercedes, al Sambil, al CSI, y comiéndose las luces –todos al mismo tiempo, porque lo he visto- en la avenida Urdaneta y zonas aledañas. ¿Ahora si entienden por qué no encuentran puesto en los estacionamientos?
jueves, 21 de diciembre de 2006
Me tomé fondo blanco una ensalada capresa…
¿Rídículo ir?, realmente diría que es estúpido no hacerlo...
Llegar fue una odisea. La cola se extendía por varios kilómetros, sin atajos porque los tradicionales caminos verdes están colapsados. Cornetazos, acelerones para adelantar un carro en la cola, camionetas montándose en la acera improvisando un tercer canal, el frenazo porque alguien se distrajo en las teclas del celular, las caras de hastío, depresión, rabia, impotencia, el regatón a todo volumen, la mentada de madre…
Al fin, un puesto en el reducido estacionamiento. Dos pastillas de Acuten para la migraña y de camino a la recepción en el segundo piso. Algo anecdótico, el lugar casi vacío contrasta con el caos de la capital, los gritos de los buhoneros, la fritanga en la acera. Un piso de cristal –bueno de un material transparente- y un techo idéntico juegan con la imaginación. Definitivamente estoy en otro lugar. Comienza la degustación. Primer plato: Ensalada capresa que debe beberse fondo blanco. Segundo plato: ceviche ionizado. Tercer plato: Helado de caviar…
Antes de llegar sólo imaginaba lo ridículo que era la idea. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre usar nitrógeno líquido o ionizar una ensalada en vez de preparar una buena parrillada argentina? Tres platos después no dejaba de pensar en lo ridículo que era comerse una hamburguesa hecha al vacío aderezada con pétalos de manzana. Al cuarto plato, creo que un ceviche servido en una copa de champaña, mi paladar comienza a protestar. No contra el increíble saber, sino contra la tozudez de mi alter ego que se negaba a ir a un lugar tan extraño. Al sexto plato, un cordero deconstruido –-molecularmente hablando- definitivamente mi paladar vuelve a reclamar, ¡que delicia!, ¡lo mejor, increíble! ¿Cómo no pude probar esto antes?
Tres días después de ese orgasmo culinario estoy deprimido. Necesito que alguien ionice, deconstruya mi comida diaria. Necesito volver. Es adictivo…No sé quién la inventó, y poco me interesa lo qué dicen algunos o lo que piense mi alter ego. La necesito, necesito la comida molecular.
Llegar fue una odisea. La cola se extendía por varios kilómetros, sin atajos porque los tradicionales caminos verdes están colapsados. Cornetazos, acelerones para adelantar un carro en la cola, camionetas montándose en la acera improvisando un tercer canal, el frenazo porque alguien se distrajo en las teclas del celular, las caras de hastío, depresión, rabia, impotencia, el regatón a todo volumen, la mentada de madre…
Al fin, un puesto en el reducido estacionamiento. Dos pastillas de Acuten para la migraña y de camino a la recepción en el segundo piso. Algo anecdótico, el lugar casi vacío contrasta con el caos de la capital, los gritos de los buhoneros, la fritanga en la acera. Un piso de cristal –bueno de un material transparente- y un techo idéntico juegan con la imaginación. Definitivamente estoy en otro lugar. Comienza la degustación. Primer plato: Ensalada capresa que debe beberse fondo blanco. Segundo plato: ceviche ionizado. Tercer plato: Helado de caviar…
Antes de llegar sólo imaginaba lo ridículo que era la idea. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre usar nitrógeno líquido o ionizar una ensalada en vez de preparar una buena parrillada argentina? Tres platos después no dejaba de pensar en lo ridículo que era comerse una hamburguesa hecha al vacío aderezada con pétalos de manzana. Al cuarto plato, creo que un ceviche servido en una copa de champaña, mi paladar comienza a protestar. No contra el increíble saber, sino contra la tozudez de mi alter ego que se negaba a ir a un lugar tan extraño. Al sexto plato, un cordero deconstruido –-molecularmente hablando- definitivamente mi paladar vuelve a reclamar, ¡que delicia!, ¡lo mejor, increíble! ¿Cómo no pude probar esto antes?
Tres días después de ese orgasmo culinario estoy deprimido. Necesito que alguien ionice, deconstruya mi comida diaria. Necesito volver. Es adictivo…No sé quién la inventó, y poco me interesa lo qué dicen algunos o lo que piense mi alter ego. La necesito, necesito la comida molecular.
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